11/09/2019 radiomitre.cienradios.com - Nota

“El amor prohibido de Sarmiento”, por Federico Andahazi


Hoy voy a contar la historia de amor más apasionada y auténtica de Sarmiento. Adelantado a su época, Sarmiento pensaba que puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de la mujer. Y en su vida privada, no quería una mujer sometida a su lado; encontró en Aurelia Vélez una compañera intelectual y una amiga incondicional. Aurelia Vélez era la hija de Dalmacio Vélez Sarsfield, el autor de nuestro Código Civil y amigo cercano de Domingo Faustino Sarmiento. Aurelia era dueña de una belleza infrecuente y de una inteligencia que, ciertamente, salía de lo común. Abocada por completo a trabajar junto a su padre, era notable verla discutir de igual a igual con los hombres más influyentes, haciendo valer su palabra sin pedir permiso. Lectora inquieta, profunda conocedora del Derecho, la política y la Historia Universal, hablaba y leía en inglés y en francés. La sociedad de entonces no estaba dispuesta a tolerar tantas virtudes en una mujer. Y Aurelia no estaba dispuesta a agachar la cabeza ni cerrar la boca.   Su marido, Pedro Ortiz, un día llegó a su casa antes de lo habitual, abrió el ropero y se encontró una sorpresa…. Vio un par de zapatos que asomaba desde la parte inferior de la ropa. Corrió las perchas y se encontró con la cara lívida de un hombre oculto detrás de los abrigos. Mientras el visitante clandestino ensayaba una excusa balbuceando «no es lo que parece, mi amigo» con una sonrisa estúpida, Pedro Ortiz desenfundó un revólver y le metió media docena de tiros ante los ojos espantados de Aurelia. Éste fue el motivo silenciado de la separación del matrimonio; algún historiador quiso volver a esconder el muerto en el ropero de la Historia. En aquellas tertulias en la casa de Vélez Sarsfield, situada en la manzana del actual Hospital Italiano, Sarmiento empezó a frecuentar a Aurelia. En estas reuniones en las que se discutía el destino del país, Sarmiento se enamoró perdidamente de Aurelia. A todo esto, Benita, la esposa de Sarmiento, le escribía cartas en las que se mezclaban el amor y el enojo por haberla dejado sola con Dominguito, el hijo de ambos, en la recóndita estancia de Yungay, en la inquietante compañía de su suegra. El contraste de Benita con Aurelia era enorme. Su esposa era una mujer dedicada a la casa y a la familia. Con Aurelia, en cambio, podía compartir largas charlas de literatura, política y coronar la velada con un encuentro íntimo. A Benita, que decide ir tras los pasos de su marido y viaja a Buenos Aires, le empezaron a resultar sospechosas las largas ausencias de su marido y, sobre todo, las frecuentes visitas a la casa de Dalmacio Vélez Sarsfield. Pronto llegó a sus oídos la versión sobre la indecencia de Aurelia y la historia del amante asesinado en el ropero. Entonces creyó saber quién era la tercera en discordia. Benita no tenía pruebas de la infidelidad de su esposo, pero estaba dispuesta a encontrarlas. Movida por los celos y el despecho, la mujer, convertida en espía, se dedicaba a seguir subrepticiamente a Sarmiento a sol y sombra. La vida del matrimonio se convirtió en un suplicio. Sarmiento acató de buen grado la orden de Bartolomé Mitre y partió a San Juan donde, al poco tiempo, asumiría como interventor federal. Benita, nuevamente lejos de su esposo, decidió cambiar la estrategia y pasar del reproche a las declaraciones de amor. Pero Sarmiento estaba enamorado de Aurelia. Benita, ante la certeza de que Sarmiento le era infiel, se alió con su hijo Dominguito en contra de su padre. Haciéndolo partícipe de sus sospechas, le contó las peleas y le dijo que su padre se estaba gastando el poco dinero familiar y que lo iba a condenar al virtual desheredo. Convertido de esta forma en el peor enemigo de Sarmiento, a sus dieciséis años Dominguito le escribió a su padre reclamándole por «la falta de sentimientos paternales». La estocada entró muy profundamente en el corazón de Sarmiento. El matrimonio finalmente se disolvió entre ofensas, deslealtades y el más corrosivo de los odios. Pero por si más dolor era posible, recayó la familia recibió la peor noticia: en septiembre de 1866, Dominguito había sido herido durante la batalla de Curupaytí y luego de una breve agonía murió a los 21 años. Sarmiento y Benita, cada uno por su lado, debieron cargar con el peso del dolor. Ninguno de ambos logró sobreponerse al duro golpe que les deparó el destino. Pero la relación de Sarmiento y Aurelia continuó. Es necesario señalar que Aurelia Vélez no fue sólo la «amante de Sarmiento». Se trataba de una relación construida sobre los cimientos de la amistad y, sobre todo, en la confluencia de los ideales y la acción política. Sarmiento y Aurelia se prodigaban una admiración mutua y ambos tuvieron un enorme protagonismo en los destinos de la patria. Aurelia Vélez, gracias a su sagacidad, impidió una intentona de complot contra la candidatura de Sarmiento, que se había gestado en el entorno de su propio padre, Dalmacio Vélez Sarsfield. Por otra parte, la tarea política de Aurelia no sólo fue decisiva para el triunfo de Sarmiento, sino que, una vez lograda la presidencia, resultó ser un pilar fundamental junto a su padre, que había sido nombrado ministro de Interior. Luego de los numerosos vaivenes amorosos y políticos, al cabo de una existencia marcada a fuego por el exilio, la guerra y el desencuentro, a mediados de 1888 Sarmiento y Aurelia Vélez se mudan al Paraguay. Ahí, en una casa rodeada de verde, los otoñados amantes convivieron hasta la muerte de Sarmiento, el 11 de septiembre de 1888.

#88175512   Modificada: 11/09/2019 18:30 Cotización de la nota: $46.000
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